Si buscáis una bella historia de amor, digna de Disney, no podéis dejar pasar la historia de Sakuntala y su anillo.
Sakuntala era una doncella que vivía, junto a otras doncellas, en el bosque sagrado. Este bosque se sitúa al pie del monte Himavat y está consagrado a los ascetas consagrados a la meditación y la sabiduría. En este bosque sólo se podía entrar desarmado y con ropajes sencillos.
Cierto día, el rey Duchmanta, descendiente del dios de la Luna, iba de caza, persiguiendo a una gacela negra que se adentró en el bosque sagrado. Con el arco preparado para disparar, una voz le previno diciendo "¿Quién se atreverá a manchar de sangre el sagrado bosque?" El rey se dio cuenta de donde estaba y se apeó de su caballo, se quitó su capa y dejó en su carro sus armas de caza. Se adentró en el bosque, en busca de la ermita del venerable Kanva. Escuchó a lo lejos risas y voces y risas de mujeres. Se acercó y descubrió a Sakuntala, junto con otras dos doncellas mientras regaban los árboles. Duchmanta quedó prendado de su belleza y olvidó en un momento la caza, su palacio y todo por un momento. Se acercó a las jóvenes y se presentó. Las jóvenes le ofrecieron leche, arroz y frutas en símbolo de su hospitalidad.
Los discípulos de Kanva llegaron y, reconociendo al rey, le indicaron que su maestro estaba rezando otro santuario y le invitaron a que pasara la noche en su cabaña. El rey accedió, sin poder dejar de mirar a Sakuntala.
Pasó varios días allí, el rey Duchmanta, en la cabaña y por las tardes hablaba con la bella Sakuntala. Un día el rey, temblando, le confesó su amor. Sakuntala, bajando la mirada, no contestó, pero le escribió en una hoja "No conozco tu corazón, pero día y noche el amor atormenta a la que ha puesto en tí toda su esperanza". Abrazándola, le dio su juramento de esposo.
Unos días después de eso, llegaron los emisarios reales, indicándole que tenía que regresar. Duchmanta, habló entonces con Sakuntala y dándole el anillo le dijo "cuenta, por cada letra inscrita en él, un día. Cuando acabes de contar, ven a mi palacio".
Los días se hicieron eternos a Sakuntala. Tanto fue así que olvidó su responsabilidad hospitalaria con el anciano Durvasa, que llegó al bosque cansado y sediento. El ermitaño, disgustado, le lanzó una maldición a la joven Sakuntala: "El rey no recordará a Sakuntala hasta que no vea el anillo que él mismo le regaló" . La doncella no escuchó la maldición. Un día al entrar al Ganges donde se daba su baño, el anillo se escurrió de su dedo y se hundió en el río. Ella no se percató de esto.
El día de ir al palació llegó y las doncellas engalanaron a la bella Sakuntala. El venerable Kanva, que llegaba ese día, la bendijo y obró un milagro donde las flores y los árboles del bosque la perfumaron y la vistieron y los ascetas, la acompañaron hasta el borde del agua.
El rey Duchmanta, fue avisado de que dos ascetas venían con una joven doncella. El rey los recibió respetuoso, como siempre era, con los habitantes del bosque sagrado. Los ascetas hablaron: "Oh poderoso rey, recibe el saludo de Kanva y acepta a tu esposa Sakuntala". El rey, perplejo, observó a la joven pero no podía recordar ni su nombre ni su cara. El rey pensó que era una broma pero como nadie parecía inmutarse de allí, se acercó a la joven y le preguntó si tenía su anillo de compromiso. La joven Sakuntala, al ver que lo había perdido, cayó desmayada. El rey consultó a un sabio de la corte. El sabio le dijo que la joven estaba embarazada y que si el hijo que naciera llevaba una rueda en su mano derecha, sería hijo suyo, cumpliendo las profecías. Sakuntala, muerta de vergüenza y de dolor por el rechazo del rey huyó del palacio.
Otro día, los guardias apresaron a un pescador que portaba un anillo de oro con el sello del rey y su nombre, acusado de ladrón. El pobre pescador alegó que lo había encontrado en las tripas de un pez. El rey, al ver su anillo, deshizo el maleficio del anciano Durvasa y recordó a la bella Sakuntala y, tras liberar al pescador y darle las gracias, corrió al bosque en busca de su amada. Nadie sabía nada de ella. Ni en el bosque, ni en el reino...
Pasaron varios años y estalló una lucha entre dioses y gigantes. El dios Indra, envió su carro al hijo del dios de la Luna para que le ayude en la lucha. Duchmanta, venció a los gigantes. Al regresar, hizo que el carro se detuviera en la altísima Cumbre de Oro, donde las almas puras se acercan a los dioses. Duchmanta, se apeó para recibir allí las bendiciones de los penitentes y, al internarse en el bosque, vio a un niño que jugaba con un cachorro de león. El rey, asombrado de la valentía y la belleza del niño, se acercó a verlo. Al niño, en el juego, se le cayó un talismán que llevaba al cuello y el rey se agachó para cogerlo. Su aya (una especie de tutora) al verlo le gritó: "¡Insensato! ¡no toque ese talismán puesto que sólo él y sus padres pueden hacerlo! ¡Cualquier otra persona hará que el talismán se convierta en serpiente! Pero ya era tarde. Duchmanta ya lo había recogido del suelo pero el talismán no se convirtió en serpiente. El rey, miró entonces al niño y cogiendo sus manos entre las suyas, vio que tenía una rueda en la mano derecha. Abrazándole, al darse cuenta de lo que eso significaba, le preguntó: ¿Quién eres tú, que pareces hijo de los mismos dioses? - Soy nieto del dios de la Luna. Mi padre es el heroe Duchmanta, que nos libró de los gigantes, pero al que nunca conocí". De repente, apareció Sakuntala, con la cara castigada por el dolor de tantos años pero con su belleza de antes, o aún más. Duchmanta cayó de rodillas ante ella y besando su vestido y pidiéndole perdón, le puso el anillo nupcial y montados en el carro dorado de Indra, volvieron los tres a su palacio. Los dioses, conmovidos por la belleza de la historia los bendijeron.
La verdad que es una historia que da para varias pelis...Gracias
ResponderEliminarGracias!
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